CONDUCCIÓN DE LA VIÑA
La conducción de nuestras cepas es en doble cordón, salvo la de la Riesling, que es en cordón simple debido a sus largos entrenudos. Formamos nuestras viñas en espalderas inusualmente altas, donde la maduración de los racimos se realiza a más de un metro de distancia del suelo. De esta manera, evitamos que el calor acumulado en las piedras durante el día pueda ser irradiado a las uvas durante la noche, y conseguimos acentuar el efecto beneficioso de la oscilación térmica.
La orientación del viñedo influye notablemente sobre el desarrollo de la planta y al crecimiento y metabolismo de los racimos. Nuestras dos parcelas están orientadas de Norte a Sur. De este modo, generamos un microclima donde nuestras uvas se ven favorecidas por recibir la luz del sol durante más horas (hasta un 22% más que de E a O). Por la mañana, las plantas reciben los primeros rayos de luz, lo que disminuirá la prolongación de los rocíos matutinos que tanto favorecen la aparición de hongos. A mediodía y durante las primeras horas de la tarde, cuando las temperaturas son más altas, esta disposición en las hileras hace que los racimos estén sombreados por las hojas, evitando esos “golpes de sol” directos que tienden a la deshidratación e incluso a la rotura de las uvas. Ya por la tarde, con temperaturas aún altas y con radiaciones intensas, nuestras uvas madurarán uniformemente.
El marco de plantación establecido es de 2,80 X 1,00 mts, permitiendo 3.571 cepas por hectárea. Esta densidad de plantación, de las más altas de Andalucía, mejora sustancialmente la calidad de las uvas; ya que una misma cantidad de producción será de mayor calidad cuanto más plantas se hayan necesitado para obtenerla.
La vid es uno de los cultivos que menos agua necesita. Tan solo requiere alrededor de unos 300 lts por cepa y año, bien sea como agua de lluvia o como aporte externo en forma de riego. Aportar más agua de la necesaria supondría un indeseado exceso de producción que provocaría una considerable pérdida de calidad. Es fundamental, por tanto, cubrir mediante riego únicamente las deficiencias hídricas necesarias y hacerlo en el momento adecuado (principalmente tras la vendimia y durante la primavera, antes del envero). En nuestro caso, contamos con la suerte de regar nuestras viñas con el agua proveniente del deshielo del Parque Nacional de Sierra Nevada, lo que garantiza la ausencia de compuestos químicos propios de los tratamientos artificiales, asegurando así la salubridad y tipicidad natural de nuestros suelos y plantas.